Eduardo Martinez
Desolado, como un pajarillo en una
rama bajo la tormenta… Cae la tarde,
y con ella, lágrimas.
En
la memoria -esa que va y viene… y vuelve a venir- aquel lugar, aquella
felicidad… En la memoria. Va,
viene…
Mis
manos, temblorosas, sujetan tus fotos mientras intento -sin éxito- notar
tu presencia, tus caricias… tu
compañía al fin.
Alguien
dirá: ¨los conocí, eran…¨.
Mientras
-qué sabéis vosotros- muero de este silencio negro. Porque sin duda,
muero de estas cosas.
Voy
al espejo. En él están muertas las risas. Solo el silencio y yo. Y el
espejo, sincero. Me cuenta la
diferencia entre lo que soy, y lo que me creo. Su
sinceridad mata. Medio siglo -me
dice- en donde acumulas herrumbre -seca, dolorosa-
escarcha y olvido.
Y
en la noche, tras el suicidio diario del día, el tormento de la ausencia…
La soledad. Ese animal gris,
inmortal… Canturreo o silbo, para que no me grite el
silencio.
Miedo…
De esta futura muerte. Tibia,
siempre a mi lado. O, ¿será esto lo que se siente al morir?
Vuelvo
al espejo, por ver a alguien más. Lloro…
Pienso en tu voz, y en ti. Y en tu alegría. En tu risa, y en ti. Y tú. O
no…
¡Qué pequeño soy en este páramo de sal! ¡Ah, qué pequeño!
2 comentarios:
Medio siglo.... donde se acumula, entre otras cosas, sabiduría...
De nuevo, enhorabuena Edu!!
Que triste realidad... no se si es en mejor momento para mí leer estas palabras, pero aún con todo, es muy muy hermosa...
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