Eduardo Martinez
Me despierto, un día más -acaso
esto no tenga fin- pensando en la persona.
Ya antes de tocar el suelo de mi
habitación, a lo único que aspiro, es a un ¨te quiero¨ inesperado…
Si
lo hay será un día más.
Si
no lo hay…
Recorre
la luz mi vida, hoy de izquierda a derecha. No llega mi deseo.
La desesperanza, el olvido y la
desilusión van, poco a poco, rebosándome con las
horas, los minutos -lentos,
oxidados- y no llega la compensación a la vida.
¿O es la muerte terca, pesada,
lenta?
Cae
ya la tarde -burlona- y casi otro día más.
Si
no lo hay…
La
noche entra en mí sin pedir permiso, sin apenas ruido interior, como si ya
viviera aquí, en mi pecho… abierto, quejumbroso, harto de tanta fractura sin
solución…
Y
cuando ya la esperanza -no deseada, no añorada- ni siquiera era una opción,
oigo abrirse la puerta. Mi
pensamiento solo concibe un ¨tengo mil ganas de ti, este amor
sin nadie a quien amar, se
equivoca¨.
Si
lo hay será un día más.
Si
no lo hay…
Veo,
ahora sí, unos ojos entornados, inolvidables -en su fondo, allá, a lo lejos, a lo lejos, la luz. La luz- que sin
letras que pronunciar, me regalan un ¨te quiero¨.
Por
fin es un día más…
Al
fin.
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