Eduardo Martinez
Tuve
un sueño; en él el sol era triste, la luna oscura…
En
el sueño estabas tú, y recordé que cada vez que te veía sentía un flechazo…
Que
eran dulces mis manos sobre ti.
En el sueño, yo —feliz esclavo— como
buen suicida, ya había nacido muerto.
Y
ahora, en esta vigilia desgarradora, no me calma la luna nueva, porque una
niebla
azul
plomizo cubre mi alegría…
—Me escondo en la poesía
pero… abro un libro, y las manos están frías.—
Caigo
en mi interior sin red salvadora. Con esta inabarcable melancolía de poeta.
—Ah! esta melancolía…—
Amanece, y yo te amé toda la noche…
Y cuando el relente se despide, te sigo amando amor… te
sigo amando.
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