Eduardo Martinez
Me
preguntan los pájaros por ti, y el viento que los lleva… y
lloro.
Lloro miserablemente.
—¡Qué triste la
primavera sin ti!—
Sangro sangre imaginaria
por mis manos si no estás entre
ellas…
Eras mi principio y mi fin.
Infinita y alegre como un jardín
de
delfines verdes…
Me dedicabas suspiros
cuando ya suspiros no te quedaban.
Y al fin, la tristeza
como descanso por la rabia de todo.
Como un cuadro de pena
colgado en una pared olvidada, lloro.
Lloro
miserablemente...
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