Eva Rodríguez
La pértiga no sirvió de nada; no pudo atravesar el "prau negru". El pizarral se deslizaba ladera abajo tan despacio que el ojo no lo percibía, y era peligros seguir por allí. Observó otra vez el paraje, que ya a esa hora de la mañana se tostaba al sol, y en dos saltos de pértiga regresó a la caleya del henar de la Casa Chica, desde donde le observban El Negro, Luis y Andrés.
"¡Cotrofe, que no te atreviste!", le gritó El Negro con más simpatía que burla. El había cruzado el "prau negru" la tarde anterior con su pértiga de fresno y lucía los descalabros en piernas y brazos, porque resbaló al final, tras cruzar. Luis, que ni lo había intentado, le dijo a Andrés: "Ya te decía yo, el axioma ye: Pértiga de avellanu, retruque seguru". "Tú sí que tás fechu un buen ´asioma´. Y ¿qué oscuas ye un ´asioma´?". Antes de que Luis pensara la respuesta, todos salieron corriendo al oir la campana que les convocaba al catecismo.
Dejando atrás axiomas y hasta las pértigas, volaron hacia la iglesia mientras El Negro gritaba: "¡Después de comer, en el mismo sitio, cotrofe!".
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