Rosa Hoyos
Nuestro protagonista, tratando de evadirse un día de los problemas cotidianos que le hacían sentirse un poco bajo, decidió hacer una excursión al campo, para que en ese medio y en contacto con la naturaleza poder aislarse de todo lo que le rodeaba, al menos por unas horas.
Salió de la ciudad temprano en una mañana que se presentaba un
tanto claro-oscuro, pero que ,dado el tiemo primaveral, prometía
tornar a un buén día con el transcurso de las horas .
Al llegar a la zona prevista inició la caminata a través de un
hermoso sendero rodeado de montañas de mediano tamaño, algún que
otro riachuelo, y diversos tipos de árboles y flores que
desperezaban del invierno lo que le hizo sentír mejor a medida que
más se internaba en el nuevo medio olvidándose de los temas que le
agobiaban.
La nota discordante surgió cuando el tiempo se tornó a peor y
comenzó a llover lo cual contrarió tremendamente a nuestro amigo,
quién tuvo que buscar algún lugar para protegerse, vislumbrando una
pequeña cabaña al final del camino donde se dirigió en busca de
cobijo.
Al acercarse allí , se encontró con que un riachuelo que pasaba
por delante le impedía cruzar a pié por lo que tuvo que
improvisa r una especia de pértiga con una rama de avellano, la
cual le ayudó a pasar sin encharcarse.
Era una pequeña cabaña cuadrada, bien conservada, construída
con paredes de piedra y techo de restos de un pizarral, ubicado no
lejos de allí. La puerta estaba sin cerrar con llave lo cual le
permitió entrar sin dificultad. Una vez dentro pudo observar que no
estaba abandonada ya que disponía de una especie de placa para
cocinar y algunos útiles: pequeño cazo, platos, vasos y cubiertos.
En una esquina había una especie de camastro construido de madera y
dentro un jergón lleno de restos de un henar que se encontraba en un
pequeño habitáculo, lo que hacía suponer que en algún momento
pudo ser utilizado por su ocupante, puesto que se encontraba bién
ordenado.
Al sentír un poco de frío y humedad dentro, encendió la
cocina y sobre la placa pudo tostar el pan que llevaba en su mochila
para comerlo caliente con el resto de las viandas.
Mientras comía observó que en otra esquina estaba situada una
especie de balda de madera donde se habían colocados libros de
biología y varias novelas, por lo que sin duda se podía deducir
el axioma de que aquel lugar podría estar habitado por algún
estudioso amante de la naturaleza. A un lado de la balda y sujetando
los libros, estaba un catrofe que contenía en su interior una
pequeña libreta con diversos apuntes en relación con
observaciones a la flora y la fauna del entorno ampliamente
ilustradas. Viendo que el tiempo no mejoraba, para no aburrirse,
comenzó a leer lo escrito en la libretita viendo con sorpresa, que
en torno a las descripciones de los animales y plantas se
desarrollaba una interesante novela de intriga, con una trama de la
cual formaban parte varios personajes , todos ellos relacionados
entre sí relatando un forma de vida totalmente distinta a la que
él tenía en la ciudad y que tan poco le gratificaba. Le resultó
tan interesante la temática que pasó algunas hora s enfrascado en
su lectura hasta que empezó a anochecer sin que la lluvia cesase,
por lo que decidió quedarse en aquel camastro a pasar la noche
soñando con la la esperanza de que apareciese el habitante de la
casa y le ayudase a imaginar otro mundo diferente al que tenía y
en el que pudiese sentirse más felíz.
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