Mercedes González
![](http://1.bp.blogspot.com/-wLkN4nCY-cY/UhE9keOWjLI/AAAAAAAAAIQ/POQDJdB1TBk/s1600/Centro_Cultural_Niemeyer_39.jpg)
as personas
Con mucho cuidado, me moví sin hacer
ruido para buscar otra nueva ubicación y situarme más cerca del círculo de
guardianes que susurraban a media voz. Desde esa posición podría escuchar todos
los comentarios tan diversos que se decían:
“que repentinamente se ha ido” “que extravagante
era, la verdad…pero que simpático” “mira
que dejar escrito la forma en la que tenía que ser enterrado...”
“Y lo despistado que era… ¿recordáis aquel día que después de
caminar durante tres horas para ver una
cascada de agua, nos dice que se había equivocado de camino? O aquella otra vez
que fuimos a la playa y al irnos se dio cuenta de que no tenía las llaves del coche y estuvimos tres
horas esperando hasta que vinieron a buscarnos. Lo curioso fue que al revelar las
fotos hay una en la que aparecen las llaves cayéndose de su bolsillo a la
arena.”
Iban llegando poco a poco más
personas y se situaban en guardia, como los anteriores, y seguían comentando:
“¿Qué harán sus sobrinos con todas las colecciones que tenia, tanto de
coches, como de motos, trenes, de
juguetes?..Seguro que valen un pastón..., no creo que conserven todo...ya no cabe nada
en las casas de ahora... El siempre vivió
de alquiler en una casa enorme con los techos altísimos, tenia dedicada una
habitación, solo para la maqueta del tren.”
No paraban de hablar, todos
aportaban algún detalle sobre su personalidad.
“Fué como un niño grande, llegaba y te contaba con verdadero entusiasmo
cualquier cosa que en eso momento le había llamado la atención y si tú estabas haciendo otra cosa ya fuera
viendo la televisión o hablando por teléfono se enfadaba sino le hacías caso.
Era tremendamente inteligente con una memoria de elefante, para temas diversos…desde
la música hasta la historia poseía una vasta cultura. Pero esa personalidad… no
era entendida”
Ya, decía otro, asintiendo con la
cabeza, “te absorbía de tal manera que
resultaba pesado. Solo habría bastado
con cogerle de la mano y como a un niño explicarle; ahora estoy hablando con
los mayores, enseguida te hago caso...
pero claro eso no lo hacemos con un hombre hecho y derecho.”
Sí, claro, tienes toda la razón. “Siempre quiso buscar la admiración de los demás,
pero en el fondo yo creo que buscaba, cariño,
afecto, amor o buscaba algo que nunca
supo encontrar porque ni siquiera él sabía lo que era. La verdad es que tuvo unas treinta parejas, incluidas
su esposa y otra mujer
con la que convivió unos diez años.
Dicen que es a ella, a la que le ha dejado todo, en su testamento, a
pesar de que ya no estaba juntos desde hace un par de años. Por cierto, que
raro ¿cómo no habrá venido?”
Después de oír aquello, apoyé mi cabeza
sobre mis manos , permanecí así durante
varios minutos, aunque mis ojos los tapaban unas grandes gafas obscuras,
cualquiera podría pensar que lloraba o que rezaba.
Me levanté discretamente y arrastrándome sigilosamente a
pesar de mis altos tacones recorrí el
pasillo hasta la sala contigua. Y allí encharqué cada pañuelo de papel que
llevaba.
Aquella misma tarde teníamos la
última cita, habría tenido la última sesión de psicoterapia conmigo. Después de
veinte años escuchándole todos los lunes por la tarde, por fin, ese mismo día
pensaba darle el alta. Tantas horas de diván, y resulta que le habían analizado mucho mejor
sus amigos.
Desde el pasillo, eché un último
vistazo a la estancia donde se oía el
piano, no sonaba una marcha fúnebre, sino algo verdaderamente alegre.
Me sequé la nariz y salí deprisa,
ojeando automáticamente el reloj y le dediqué el penúltimo pensamiento:
La última sesión la había dejado
pagada.
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