Filadi Curto
En una mañana clara de abril se
perdió en un bosque oscuro. Entró en su negrura y le envolvió el
sabor a humedad, el olor a corteza de eucalipto y ya no quiso volver
atrás. No quiso retornar a la seguridad de una vida como la de los otros, como la que había conocido hasta entonces, en el clan.
atrás. No quiso retornar a la seguridad de una vida como la de los otros, como la que había conocido hasta entonces, en el clan.
Se confundió entre los rebecos, los
corzos y los jabalíes, los tomó por compañeros y los espero cada
mañana y cada noche a la puerta de su cabaña.
Disfrutó del agua del manantial, de
los rayos de sol que se colaban entre la espesura, buscándole sin
encontrar su silueta, de los helechos erguidos entre los árboles, y
en medio de todo aquel mundo de vida huidiza se encontró a sí mismo
y no quiso ya volver a perderse entre el tráfico, los humos y los
ruidos que silenciaban su existencia.
Entre la vegetación encontró al
hombre que había dentro de él, encontró la parte que le gustaba de
si mismo y aprendió a vivir con ella, sin más exigencias, sin más
tormentos, con la certeza de saber quien era, deseando no ser de otra
manera.
Aprendió a cultivar sus propios
alimentos, a confeccionar sus ropas con los vegetales que había en
su entorno y se hizo amigo de las babosas, de los murciélagos, de
las serpientes. Aprendió a escuchar el silencio, a tocar el aire, a
oler la luz.
Nunca más quiso
volver al ruido, al caos de la urbanidad, a la vida como Dios manda.
Y así vivió una vida larga y serena, hasta que por fin se convirtió
en tierra, en agua, en aire, se volvió bosque.
2 comentarios:
Sólo cuando me despojo de lo que soy,me torno en lo que podría ser.
Muchas gracias por tu comentario.Esa es la pretensión de nuestro protagonista, que se aleja de lo mundano para vivir con más intensidad una vida sencilla.
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