Juan José Álvarez
Todos los días
al despertar, lo primero que veía era aquella inmensa pared de roca casi
vertical, luego al levantarme, siempre veía gente en la cumbre.
Un
día mi amigo Gerardo con el que comentaba: “mira hoy hay cinco, y cuatro más
subiendo”, me dijo: “¿subimos?”, yo respondí:
“Pero, ¿tú estás loco?, yo ya estoy mayor
para esas cosas”.
Vamos hombre, añadió él, luego nos damos un
baño y quedamos como nuevos, desde allí tiene que haber unas vistas preciosas,
¡venga, anímate!.
Tanto insistió que me convenció, a mí, la
vista de un horizonte lejano o una línea de montañas me entusiasma, me lleva a
mis aventuras de infancia y mis montañas, así que nos preparamos, él cogió su
inseparable bota de vino y comenzamos a subir, habíamos hecho muchas
excursiones de montaña juntos y también largas caminatas, estábamos
compenetrados, pero él bastante más ágil que yo y también más joven, de modo
que de vez en cuando se paraba, encendía un cigarro, un trago de la bota y me
esperaba, mientras yo cogía aire y descansaba, me iba señalando los picos que
se veían a lo lejos y los identificaba, yo no podía ni levantar la vista, me
daba cuenta que mi infancia ya me quedaba muy, pero que muy, lejos, de repente
me dí cuenta que me estaba metiendo unas trolas enormes, “mira, aquella es
Peña Mea, aquello el Paso de Roldán”, pero, ¿qué dices?, si Peña Mea está en Asturias y el Paso de Roldán
en Pirineos, él tranquilamente respondía, bueno se le parece un poco, y sí en
el momento que te fijabas un poco, se le daba un aire, pero..., con estas
paradas y charlas yo cogía un poco de aire y seguíamos subiendo, yo, cada vez
más cansado, él para distraerme me contaba sus aventuras en Pirineos y
Navacerrada, pero sobre todo en Picos de Europa, y me decía mira este pico se parece mucho al
Naranjo de Bulnes, sé que él lo conocía bien, había participado en el año 1973
o 74 en el rescate de Lastra y Arrabal, que falleció, fue una noticia que
impactó en España y que los que nos gustaba la montaña no nos podía dejar
indiferentes, seguimos por la radio casi minuto
a minuto las incidencias del rescate, Gerardo participó en él, lo que
intentaban Lastra y Arrabal era hacer la primera invernal de la cara Oeste,
quinientos y pico metros de escalada vertical, la vía la habían abierto poco
tiempo antes, en verano Rabadá y Navarro, y es verdaderamente espectacular, la
pasión por la montaña le llevó a mi amigo a seguir en la brecha, buscando
siempre una dificultad mayor. Poco tiempo después Cesar Pérez de Tudela, se
puso en contacto con él para que le acompañara en la escalada, Gerar, sin
dudar, dijo sí y se pasaron todo el verano preparando material, haciendo
salidas a la montaña, reconociendo grietas, para después pasar la Navidad
agarrados a una roca y colgados de una cuerda, pero no pudo ser, unos quince
días antes a Gerardo le operaron de hernia inguinal y no pudo asistir, ni
siquiera como observador, se perdió la gloria, siempre le queda el intentarlo
de nuevo, pero no es lo mismo, como él dice: “son amores distintos”, con
esta charla consiguió entretenerme y hacerme subir, en una de las paradas y
después de un traguin de vino me parecía que estaba viendo Manhattan, yo
pensaba debe ser el mal de altura, tengo alucinaciones, por la otra parte veía
el mar, como me había ocurrido siendo niño, no dejaba de repetirme, estás
mayor, pero muy mayor, no te dejes engañar otra vez, con todo esto y algo más
llegó en momento que dije no subo más, me respondió:, “claro, ya estamos
arriba.
No podía conmigo y seguí con mis
alucinaciones, seguía viendo Manhattan, hasta que después de llamarme tonto
varias veces me aclaró que sí, que se veía Manhattan, y por el otro lado el
mar, pues estábamos en el Peñón de
Ifach, en Calpe y lo que yo decía que era Manhattan, era Benidorm y el mar era
el Mediterráneo, así que no eran alucinaciones, cuando conseguí respirar con
tranquilidad, me dí cuenta que tenía razón, pero pensé que no merecía la pena
tanto esfuerzo para subir hasta allí, encontré un pluma de gaviota y la cogí,
en ese momento pasaron dos gaviotas volando, casi que bailando en el aire,
navegando, sin mover ni una sola pluma, y girando aprovechando la fuerza de
aire, en ese momento me ví con los brazo
extendidos volando como en mis sueños de niño ,con ellas y escuchado una música
que me apasiona y que siempre que estoy en la montaña la escucho El cóndor
pasa, así, volando me despedí de mi amigo y en ese momento pensé que sí,
que había merecido la pena.
Desde Calpe con todo mi cariño para
CAFENTRELIBROS verano 2013
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