Rosa Hoyos
Siempre de
niña cuando sus fantasías la llevaban a lugares lejanos y mágicos a través de los
cuentos, se imaginaba a princesas adornadas con
joyas y otras muchas piedras preciosas y , abundado más en la grandeza
poseedoras de tesoros ocultos donde se encontraba toda suerte de
riqueza, boato y poderío en unos palacios indescriptibles de
belleza.
En sus divagaciones, sus héroes eran príncipes, guerreros y hombres fuertes y poderosos quienes, tras grandes gestas y
vicisitudes ofrecían sus conquistas y riquezas
a la princesa o dama que tanto amaban y que tras gran esfuerzo, astucia y
tesón, habían rescatado de poderes
maléficos , de brujas, duendes, monstruos y otros muchos personajes perversos de toda índole que las mantenían secuestradas e incluso transformadas en algún otro ser
extraño. Por ello; para salvarles de aquella horrible situación en la que se encontraban
era necesario , al igual que D. Quijote de la Mancha hizo con Dulcinea del Toboso, debían de emprender peligrosas aventuras de todo tipo a lo largo y ancho del
mundo, pero, tras su triunfo en todas
aquellas batallas, su premio era la conquista
de su amada con la que siempre habían soñado finalizando
siempre la historia con las coletilla de: “y vivieron felices”….. gozando de esa plenitud toda
su vida..
Siempre le
maravillaba, que en todas aquellas
historias; que el bien siempre vencía al
mal, aunque los métodos para llevar a
cabo aquellos objetivos fueran duros y
difíciles teniendo que recorrer
caminos muy sinuosos para lo cual
necesitaban poseer una gran astucia e inteligencia jugándose la vida en muchas grescas, pero, ¡el final compensaba!..
Posteriormente
y ya más en la adolescencia; también le
impresionaba de una manera especial, el papel de aquellas damas, que lograban conseguir,
siempre a través de aquellos caballeros, el máximo de sus deseos de amor, riqueza y poderío sintiéndose plenas y deseadas. Se imaginaba protagonista de los cuentos de “Las
mil y una noches” donde Sherezade bailaba en aquellos maravillosos palacios
orientales provistos de toda clase de lujos, que el sultán ponía a su disposición por haberlo
complacido cada noche.
Con el paso
del tiempo ya en su juventud; pensaba
aún en aquel amor romántico que casi siempre leía en aquellas novelas del
“corazón” donde el papel de las protagonistas
se limitaba a la espera de aquel galán que les haría también gozar de una felicidad
sin límite. Su misión consistía en responder
adecuadamente a sus exigencias y esto significaba no transgredir nunca las
líneas que las normas de la época habían marcado previamente, ¡eso ya significaba la clave del éxito! Cada
aspirante a “princesa” debía desarrollar las virtudes con que la madre
naturaleza las había dotado para llevar
a cabo el arte de la seducción, no sólo en belleza física sino también desarrollando
otras habilidades de toda índole cuyo
objetivo final conducía a hacer más feliz
a su amado, quien había de procurar todo
lo necesario para una cómoda vida en todos los aspectos. Su matrimonio y posterior maternidad era el gran triunfo.
Ya en la
madurez; con frecuencia sentía que la
idea romántica, el sueño de la felicidad a través de la posesión de
riquezas y otros aditamentos materiales,
era totalmente inviable y al mismo tiempo; esa ensoñación no le
producía ningún sentimiento positivo, al contrario que a las protagonistas de los
cuentos de su niñez. ¡Ella necesitaba otras cosas!.. para sentirse bien.
En su experiencia personal; aquella vendida
felicidad sin límite se trocaba en muchísimas ocasiones en sueños incumplidos y en ocasiones sentimientos de frustración y
fracaso. Tenía la sensación de estar recluida en una enorme cárcel, y no solamente de oro a veces , sino también de
otros muchos materiales pesados que la agobiaban, y sentía que los tesoros de los cuentos y
novelas debía de transformarlos, en algo menos material pero más valioso en sus
actuales expectativas tales como : libertad, independencia y autonomía personal, aprendiendo a ser ella misma sin que su vida y actuaciones tuviesen
que girar siempre en torno a los
convencionalismos de cada momento pero ¿habría algún alquimista que la enseñase a llevar a cabo esa transformación?...
Y tras
esas reflexiones que le empezaban a bombardear la cabeza cada día con mucha más
frecuencia; continuó con sus labores cotidianas,
pues su familia la necesitaba mucho
y en muchos aspectos le llenaban de una cierta felicidad, aunque
ésta no fuese con letras mayúsculas. ¡Nada es perfecto! – pensó mientras preparaba
la comida, y al igual que los guisos siempre se pueden
modificar para conseguir mejores y diferentes sabores….
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