TRIPLE SPACE

DESCRIPCION


CAFE ENTRE LIBROS
ES UNA VENTANA AL MUNDO DONDE LOS AUTORES DEJAN SUS OBRAS CON EL FIN DE COMPARTIR CON TODO AQUEL QUE DESEE
VISITARNOS.

CAFÉ ENTRE LIBROS

CAFÉ ENTRE LIBROS

ULTIMAS PUBLICACIONES

Un viaje en bus - Filadi Curto

Un viaje en bus
Filadi Curto 








Tengo la seguridad de que todo va a cambiar. Pero con este ruido no consigo oír ni mis propios pensamientos ¡Menudo atasco! Llevo dos horas parada en la autopista y solo puedo pensar en los ojos azules del conductor al que espero volver a ver pronto.
El autobús comenzó de nuevo la marcha y con el movimiento volví de mi abstracción a la realidad. Las quejas del resto de los ocupantes fueron cesando a medida que la velocidad aumentaba y los ojos azules me miraban a través del retrovisor, o eso pensaba yo.
La marcha me meció hasta que caí en un profundo sueño, me vi en una pradera verde, con un sol de mediodía que me hacía sentir alegre y viva. Abrí los brazos y comencé a volar sobre la hierba, fui ascendiendo hacía el cielo, sintiendo el aire invadir mis pulmones, produciendo en mi una sensación de libertad absoluta. Vi el mar en la lejanía y lo deseé, volé en su busca hasta que lo encontré, el susurro de las olas me hacía bien, deseaba quedarme allí, no despertar nunca de aquel sueño. Sin saber como descendí y me vi sentada ante una mesa, un hombre estaba ante mi, no era capaz de ver su rostro, tan solo sentía sus manos acariciando las mías, la suavidad y el calor de su piel me reconfortaban, me sentía en un mundo conocido, como si aquellas manos fueran parte de mi. Nos levantamos de la mesa y las manos con sus brazos me rodearon, una sensación de protección se apoderó de todo mi ser, nada me podía suceder entre aquella muralla humana, me reconfortaban, me aliviaban de todo pensamiento negativo, olían a hogar, a familia, a humanidad. Me recordaban al mar, mi mar, no encontraba en aquel abrazo más que alivio a todos mis males.
Tras los brazos llegó el cuerpo sin rostro y me tomó, los besos húmedos, de una boca inexistente, recorrieron mi cuerpo hasta la última esquina, hasta el último pliegue de mi ser. Sus labios carnosos se convirtieron en lascivas ventosas succionando cada uno de mis poros, tras ellos una lengua hecha agua, invadió mi intimidad, jugueteo con ella y la dejó anhelante de su saliva ardiente.
Los segundos de mi sueño se convirtieron en días, meses, no sé exactamente cuanto tiempo transcurrió en la realidad, sólo sé que me vi de nuevo tendida sobre algo que mis ojos no podían ver y sentí a mi compañero jugando con mi cuerpo. Ya no había dulzura, ni galanteo, ya no existía aquel candor que me proporcionaba cobijo, ni presentía la protección de un calor familiar, tan solo un hombre poseyendo mi cuerpo, mancillado con duras envestidas mis pastes más sensibles. Me vi allí, tendida, suplicando a un Dios que nunca supe si existía, que me librase de aquella tortura.
El hombre sin rostro poseía mi cuerpo, mi alma, mi persona. Dejó mi cabeza vacía de pensamientos. La tristeza pasó a ser mi compañera de viaje. El resplandor del Sol dio paso a la oscuridad, la niebla lo invadía todo. Extendía mis brazos intentando volar, pero no era capaz, ya no había viento, ya no había fuerza interior que me empujase, ya no había paz.
Cuando él aparecía, con su voz de reproche, exigiendo un amor que se había muerto o que nunca había existido, hablando de sueños que nunca habíamos compartidos, yo enmudecía, eso le alteraba, comenzaban entonces los insultos, los escupía con rabia a mi cara. Entonces me recluía en una esquina de un lugar sin formas, sin colores, sin olores. Deseaba despertar de un sueño que tan solo me producía un ahogo en el pecho, una opresión que me dejaba sin oxigeno.
De repente vi una luz tenue en el horizonte, caminé hacia ella, sentía la voz del hombre sin rostro tras de mi, amenazando, aullaba mi nombre y empece a correr, mis piernas se movían a toda velocidad pero yo no me movía. Miraba tras de mi y veía las manos de mi perseguidor acercarse peligrosamente, más deprisa, más deprisa, me repetía una voz interior, las piernas me flaqueaban, los gemelos me dolían, pero corrí más, mucho más. Los dedos del hombre rozaron mi espalda, apreté la carrera, por encima de mis fuerzas, seguía sin moverme, dejando toda mi energía allí. La piel suave, el candor de aquellas manos, agarraron mi garganta con tenacidad, pero las manos habían desaparecido, solo quedaba su sensación, esa que agarrotaba mi laringe, que me ahogaba. Quería gritar, pedir auxilio, pero la presión me impedía articular sonido alguno. El hombre había desaparecido, pero su presencia estaba allí. La presión de sus manos seguía en mi garganta. Su lengua me lamía toda. Su abrazo agarrotaba mi cuerpo. Su miembro me destrozaba por dentro. De pronto aparecieron unos ojos azules, unos grandes ojos azules que lo invadieron todo y comprendí que eran sus ojos, los del hombre sin rostro.

 En ese momento desperté, con una presión en la garganta y el corazón desbocado. Levanté los parpados y vi en, el retrovisor, unos ojos azules, los ojos azules del hombre sin rostro.















No hay comentarios: