TRIPLE SPACE

DESCRIPCION


CAFE ENTRE LIBROS
ES UNA VENTANA AL MUNDO DONDE LOS AUTORES DEJAN SUS OBRAS CON EL FIN DE COMPARTIR CON TODO AQUEL QUE DESEE
VISITARNOS.

CAFÉ ENTRE LIBROS

CAFÉ ENTRE LIBROS

ULTIMAS PUBLICACIONES

El conductor de ojos azules - Lucia Pravia

El conductor de ojos azules
Lucia Pravia







Tengo la seguridad de que todo va a cambiar, pero con este ruido no consigo oír ni mis propios pensamientos. ¡Menudo atasco! Llevo dos horas parada en esta autopista y tan solo consigo pensar en los ojos azules del conductor, al que espero volver a ver pronto.

Por su culpa llego tarde a trabajar, como el cambio que presiento no sea sólo de los faros y me quede en el paro no le doy, ¡le mato!

Con la buena sensación con que me desperté hará dos horas, con ese gusanillo que te dice que algo viene… Y vaya si vino, ese desgraciado, a reventarme el faro izquierdo por saltarse un stop y cambiarme el humor. Se disculpó, por supuesto, pero… ¿y a mi qué que no hubiera dormido bien esa noche? ¡Que se hubiera metido el café vía intravenosa para desayunar!

Total, que entre darnos los datos, disculpa aquí y mirada asesina allá, interrumpiendo el tráfico y provocando un aluvión de bocinazos e improperios, perdí más de media hora. Y claro, cuando entré en la autopista, por la que todos los días paso a una hora que no hay tráfico, ya era hora punta. Atasco. Más bocinazos, canciones de diferentes estilos saliendo de varios coches para mezclarse con las voces de locutores dando noticias dispares, algún que otro improperio… Un conductor gritando frenéticamente para que los de adelante se movieran, como si fuera más importante que los demás, o que dios le iba a escuchar y abrir un carril cual Moisés separando las aguas para que pudiera pasar…

Y con todo esto más mi cabreo por el faro y el retraso, yo sólo podía pensar en los ojos del desgraciado conductor medio sonámbulo culpable de todo.

Me acordé de esa película en la que Michael Douglas coge una escopeta y se lía a tiros con todo lo que se movía. No la he visto, pero no me costó absolutamente nada imaginarme a mí con un rifle, una ametralladora o cualquier tipo de arma de destrucción no masiva pero sí efectiva, a estas alturas ya estaría a medio camino de la oficina a pie, dejando a mis espaldas un macabro reguero de sangre comparable al de las películas norteamericanas.

Llamé por tercera vez al número que me había dado ese capullo y por fin me cogió el teléfono una teleoperadora que, cuanto más educada era, más me apetecía soltarle una retahíla de insultos, así, por las buenas… Pero al fin llegamos a entendernos, y por lo visto don ojos azules ya había avisado y explicado todo y quedamos cuando me resultaba menos fastidioso llevar el coche a su taller para la reparación.

Ya había avisado a la oficina del accidente, y me recordaron entonces que tenía la reunión con aquel nuevo cliente que había conseguido y que, casualmente, también había avisado de un pequeño contratiempo que le retrasaría.

Lo primero que me vino a la mente fue la traición de mi subconsciente: Algo va a cambiar… La reunión… Pero lo que cambió fue mi humor, y, por tanto, toda posibilidad de conseguir engatusar al cliente… ¡Ay dios! ¿No será él?... No… No puede ser tanta casualidad…

Los coches parecían empezar a avanzar, arranqué y seguí mi camino sin saber si iba a ver tan pronto aquellos ojos… Ni cómo iba a reaccionar si lo eran.

Poco a poco el atasco desapareció y pude llegar a la oficina con menos retraso del que esperaba. Cuando vi un hueco para aparcar me dirigí hacia él, con la mala suerte de que otro coche me lo quitó sin apenas darme tiempo a reaccionar. Antes de ponerme a gritar me fijé en el conductor que salía en dirección a mi coche, pidiendo disculpas por el robo y explicándome que llegaba tarde a una reunión. No daba crédito, ¡don ojos azules! Cuando llegó a mi lado bajé la ventanilla y me di cuenta de que la rabia se había convertido en otra cosa completamente distinta, pero igual de intensa.

¿Tú? ‒ dijo él, con cara de sorpresa y de culpabilidad.
Sí, yo. Tendré que hablar con una compañera para que se reúna contigo por mi… No estoy en condiciones…

Me sonrió diciendo que entonces retrasábamos la reunión para otro día. Avisó a mi oficina de que no le iba a dar tiempo a llegar y, tras colgar, me volvió a mirar con esa sonrisa. – Podemos tener esa reunión otro día… o en otro sitio…

Si te subes al coche conozco un hotel muy cerca… puedo decir que el coche no aguantó… - Me interrumpió con un beso a través del hueco de la ventanilla, volvió a sonreír y aproveché que rodeaba el coche para sentarse de copiloto para llamar y mentir sobre mi absentismo ocasional.



.

No hay comentarios: