Lucía Pravia
No
entiendo a estos humanos, por más que lo intente. Llevo un año con mi dueño y
no puedo seguir su ritmo. Estoy a punto del colapso.
Me
hicieron de materiales y capacidades concretos, pero con tanta recarga, tanto
programita, tanto chat… Tengo la memoria al borde de estallar, la batería hace
tiempo que envejeció 40 años, y el resto va por ese camino. Y encima con tantas
caídas, que claro, le pasan factura a mi cuerpo, o carcasa, como dicen ellos.
Y
es que no para de mandar mensajes tontos, fotos, vídeos, música… A diestro y
siniestro, por whatsapp, Facebook, Twitter, telegram…
Por
lo que tengo entendido, mis antecesores sólo llamaban y recibían llamadas.
Envidia les tengo.
Pero
a estos humanos no les envidio para nada. ¿Es que tanto se aburren que hasta
trabajan en sus granjas virtuales? ¿No saben que todo lo que hacen queda
registrado en alguna parte de la nube internauta? ¿Es que no les preocupa su
intimidad? Si ya no deben de saber hablar con sus amigos cara a cara, sólo
teclearles con un lenguaje tan comprimido y con tantas faltas de ortografía que
resultan casi ininteligibles.
Total,
que yo no doy más de mí de tanto trajeteo y este dueño mío no para quieto.
No
descarto hacerme el muerto uno de estos días para descansar… Igual hasta le
viene bien a mi dueño y se va a tomar un café con sus amigos para decirse las
tonterías de costumbre sin tener que deshonrar al diccionario de la lengua
española…
Quizá
no espere y lo haga ya mañana… A ver qué pasa
No hay comentarios:
Publicar un comentario