Filadi Curto
¿Cómo
he llegado hasta aquí? ¿Qué ha pasado? Tengo frío...
Ah,
si.. él... yo... Se lo dije, se lo he dicho una y mil veces, pero
nunca me hace caso. Ya no soporto sus gritos, ni los míos. Ya no
aguanto el odio que enciende su mirada, ni la rabia que me come por
dentro. No puedo más, quiero terminar con todo esto de una vez,
quiero paz, necesito descansar.
Cada
día, cuando él no está, me digo que lo hablaremos con calma a su
llegada. Ensayo en voz alta lo que le voy a decir: “Tan solo deseo
que me ames, anhelo el cobijo de tus brazos, el calor de tu aliento
en mi sien como antaño, hace tanto tiempo...”
Entonces
los recuerdos lo inundan todo, la pasión de aquellos besos, la
humedad de su lengua recorriendo mi piel, recreándose aquí...
allá... el sexo improvisado que me hacía arder la sangre, la
necesidad de buscarle, de entregarme sin pudor a todos sus deseos, a
todas las fantasías que compartíamos, que nos abrasaban por
dentro.
¿Dónde
marchó todo eso? ¿A dónde se fueron las risas? Las lágrimas
anegaron mis ojos, invadieron nuestra casa. Ya no hay susurros
cariñosos, tan solo aullidos de bestias. Y como
bestias pasamos de los insultos al coito salvaje, a la penetración
violenta de su verga homicida, al desgarro de mis entrañas. Y
cuando por fin llega la última envestida, descarga en mi toda su
necesidad y huye, me abandona lleno de desprecio, hacia mi, hacia él
mismo.
Es
en ese momento cuando el Sena me llama, me pide a gritos que me vaya
con él, que me deje mecer por su va y ven incesante, donde olvidaré
los moretones, los arañazos y los jirones de la última batalla.
Pienso en el agua acariciándome mientras me sumerjo despacio, su
humedad trepando por mis piernas, lamiendo cada poro de mi piel con
ternura. Cierro los ojos y siento la frialdad del elemento invadir mi
rostro, pronosticando un final deseado, buscado. Se entremezcla con
mi pelo, coquetean. Abro la boca y siento el agua turbia invadiendo
mi garganta, solo deseo tenerlo, convertirme en él.
Hoy
ya no he podido más, sus gritos, mis gritos, el Sena... y me fui,
como tantas veces le dije que haría, en busca de los mimos del río.
Y cuando ya me estaba poseyendo llegó él, y se quedó allí, en la
orilla, mirando como el agua me cubría. Pensé que me detendría,
pero no, tan solo miraba. El temor me invadió, quise correr a sus
brazos, huir de allí, entonces vino en mi busca, cuando llegó a mi
lado subió el brazo por encima de mi cabeza, pensé que me
abrazaría, pero no, no lo hizo. Agarró mi cabeza y la hundió con
fuerza … en el Sena... el agua turbia invadió mi garganta... como
tantas veces desee...
1 comentario:
Me gusta, .....
inquietante
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