Eduardo Martinez
Sin darme cuenta apenas, dócilmente, voy olvidando
tu aroma. Y asumiéndolo.
Como un
cojo, que no es consciente de su cojera real; la
adorna, casi la disculpa. Acaso como
un niño decrépito que esconde su miseria.
Caen
lágrimas pero hacia dentro, por detrás de los ojos, como a escondidas.
Nadie las ve. Van directas a la
garganta. Los suspiros, de tan seguidos, parece que me
ahogan, no doy abasto…
Solo
quien se fije bien, lo notará por el temblor de mi barbilla…
Solo quien se fije bien.
Notarán
cómo te miro en la distancia. Notarán cómo siento al mirarte, al
imaginarte. O notarán cómo tengo aún
tus formas en mis manos, tus besos
en mi –huidiza ahora- sonrisa. Tus
suspiros en mis silencios.
Notarán
también en mi mirada, el vacío de vivir vacío…
-la
melena larga, fugaz… el aire dulce…-
Solo
quien se fije bien, verá en mi una angustia inagotable, una muerte
por herencia…
Solo quien se
fije bien…
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