Eduardo Martinez
Tus ojos decían que eras tú.
Y sí, eras tú, amada mía…
Honda desdicha de iluso.
Campo de amapolas transparentes. No
útiles. No válidas.
¡Ah,
insoportable melancolía de poeta!
Desde
entonces, días que son solo noches.
—Tu olor a alegría, ¿dónde se fue?—
Infinitamente roto, solo puedo esconder y disimular mi tristeza.
Sonrisa exterior, alegría… pero mientras,
caen en soledad lágrimas por
mis mejillas de marinero viejo, sin
nadie que las quiera secar…
¡Cómo
me gustaría volver a verte, aunque solo fuera durante una vida!
¡Ah, cómo me gustaría!
No hay comentarios:
Publicar un comentario