Mercedes González
Cuento para niños de 8 a 88 años
Érase una vez una letra mayúscula que se escapó de un
relato de terror. Como no conocía otro
mundo que aquel, donde había nacido, se
dedicaba a meter miedo a todo el que se cruzaba en su camino.
Aquella mañana, la letra se coló por una ventana que había
dejado abierta Marta al poner en orden su habitación.
Algunas veces la madre de Marta le indicaba con una pequeña mueca de disgusto y moviendo
su cabeza de un lado a otro como si fuera un muñeco, que había llegado el momento de hacer
limpieza.
A Marta no le gustaba nada eso…Limpieza era sinónimo de
discusión entre ambas; lo que para su madre no valía para nada y quería
tirárselo a la basura, para ella era un tesoro.
Aprovechando la pequeña discusión entre madre e hija sobre guardar o no unos recortes de papel de
una revista, la letra se escondió debajo de
la cama. Allí permanecía expectante…y desde la obscuridad las miraba con mucha curiosidad. Como se
aburría de estar quieta se puso a
tramar alguna broma terrorífica.
Cuando Marta no miraba,
la letra iba y le cerraba las puertas del armario, o le abría las ventanas de golpe, y claro Marta, se sobresaltaba.
Tambien se dedicó a desordenar, cuando iba a
buscar un papel que había dejado sobre la mesa, la letra se lo dejaba encima de la tapa del inodoro.
Marta estaba muy mosqueada .
Así fue pasando el día, entre música, canturreos y libros que se caían
solos desde la estantería.
Al llegar la noche, la madre de Marta entró a darle el habitual beso de buenas noches y a
desearle felices sueños. La letra
mayúscula aprovechó ese momento para meterse debajo de la almohada, dado que
era tan delgadita no podría notar su presencia.
Desde ahí podía ver lo que leía Marta, era una triste historia sobre un niño que no quería salir de
casa porque decía que no tenía amigos, que nadie le quería. Sus amigos se reían de él, porque no sabía
leer .Y él para evitar esa mofa, nunca quería leer en voz alta en el cole. Así
que el niño se dedicaba a arrancar las hojas de su libro diciendo que esas
letras que para él eran una tortura .
Y así arrancó la H mayúscula y luego la minúscula,…y la V y
la B, y la LL.
Cuando la letra escondida debajo de la almohada de Marta vió
que el niño se disponía a arrancar la M mayúscula, saltó sobre el cuento y dijo en voz alta ““A mí no me arranca nadie. Yo soy la M del
miedo y nadie podrá conmigo”.
Marta se asustó tanto que chilló tan fuerte que su madre
apareció por la puerta inmediatamente.
¡MAMÁ! ¡Mamaaaaá! “Tengo miedo… la M…La M…” no paraba de
repetir.
Su madre no entendía nada y buscaba nerviosa lo que le
asustaba .
-No Marta no te
preocupes, yo estoy aquí para que no te pase nada…seguro que te has quedado
dormida y algo te asustó.
Pero en ese instante Marta
y su madre vieron atónitas como se levanta del suelo una sombra… entre las
hojas del cuento. Era una eme mayúscula,
eso sí, un poco torcida por el golpe. No tenia cara de buenos amigos, y las dos
se abrazaron con fuerza.
Pero, la M al ver como se abrazaban madre e hija, se puso a
llorar.
Y empezó a contarles que ya no quería ser la M del miedo,
que le gustaba más formar parte de otros relatos maravillosos y de otras palabras como mamá, amistad, amigos. Y para eso había decidido ayudar al niño del
cuento que no sabía leer. Sería como su
maestra… se colaría con mucho cuidado en ese cuento y le enseñaría a amar las
letras, todas las letras del
vocabulario.
Y así
todas las mañanas del año de lunes a viernes enseñaba a leer a niños y niñas de
todo el mundo, sobre todo a los que sentían miedo.
Y colorín colorado
esta M de miedo se ha terminado.
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