Lucía Pravia
(
Ascendía a buen ritmo por el camino de tierra
que acababa en el acantilado. Era el último en llegar a la ceremonia, que ya
había empezado. El cura repetía las palabras que había dedicado a la difunta en
el funeral, mientras, todos miraban a la infinidad del paisaje. Cuando las
cenizas se dispersaron en el mar siguiendo las indicaciones de su hermana,
Pablo escondió la flor que llevaba tras la espalda. Era un ejemplar espléndido
de gerbera, comprada apenas una hora antes. Su flor favorita desde niña.
Cuando la ceremonia terminó él se quedó unos minutos para tener intimidad en su despedida.
Tras recordarla con su mejor sonrisa, besó la flor y la lanzó hacia el mar en el que murió, que calló junto con una lágrima furtiva. Sus cenizas se fundían entre las olas, y la flor se ahogaría como ella, en el mar que tanto amaba.
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