Filadi Curto
María nació tierra adentro, donde el mar
tan solo era un elemento admirado y desconocido. Con los años la vida la llevó
a su orilla donde amó, parió y murió.
El agua, siempre el agua, en su río, en su
mar.
Tan
solo un deseo tenía María, que el mar fuese su más allá. Pero su hombre, aquel
con el que contrajo matrimonio siendo casi una niña, decidió por ella, ni su
muerte era suya, y como él dijo se enterró en la tierra, de donde todos
venimos. Y su cuerpo se retorció en aquella caja de pino, se reveló contra el
amo que la esclavizó con una alianza.
María,
con los años, se convirtió en planta. Su tallo se escapó por entre las rendijas
de las tablas. Caminó hacía la luz entre la tierra mojada, creció, creció y
creció hasta llegar al mar, su mar. Allí, viendo las olas romper junto al
acantilado echó su primera y única flor. Y gozó de la brisa marina, del sol del
atardecer y del silencio del lugar. Al
segundo día de ver la luz, la flor se soltó de su tallo, el aire la paseó con
suavidad, la llevó hasta el precipicio, con un sutil balanceo fue bajando y
cuando sus pétalos tocaron el agua, se produjo un destello luminoso. María
había llegado al mar, su mar.
3 comentarios:
Anhelo el mar, me crie a su orilla, después el viento me ha llevado tierra adentro, y no acabaré en el mar, gracias a ti Filadi y a María sentire que un poco de mi ya quedo en ese mar, en esa orilla.
Bonitas palabras, debe ser el mar, siempre inspira, será esa grandeza inmensa quien lo provoca.
Muchas gracias por ella.
Filadi
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