Eva Rodríguez
Iba con prisa; ya era tarde para
salir. Llegaría y le echarían en cara su tardanza, aún sin palabras, pero ya no
podía remediarlo.
¡Qué angustia, no acababa de
llegar al final de aquella calle!
Vio frente a sí, de pronto, a su
padre que la esperaba.
Pero ¿por qué había salido en su
busca? La miraba con severidad mientras ella se acercaba. Eeeh, ¡qué rayos…!
¡Su padre no podía estar allí!
Estaba muerto…
Sintió otra vez la oleada de
dolor por la pérdida, sintió desasosiego, mientras seguía caminando en pos de
él - ¿O de su imagen?
Vale; era un sueño angustioso,
una pesadilla. …¿O era cierto que la esperaba en aquel portal, a donde ella
debía haberle acompañado? Estaba confusa…
Llegó a su lado mientras él
continuaba mirándola fijamente y sin hablar. Tenía que disculparse, pero no llegó a articular palabra, un temblor atroz la sacudió: ¡Él no tenía
pupilas! ¡¿Qué le había pasado mientras ella llegaba tarde?! Ya no sabía si era
un sueño, quería llevarle a casa, pero
¡…aquello no era su padre…!
Un aire helador la paralizó: vio
que quien creía su padre se desmoronaba, a trocitos, como una lluvia de
desechos que iban dejando a la vista una especie de maniquí poroso, luego hueco
y luego nada… Con el pelo erizado y sintiendo un frío mortal vio que no quedaba
nada... Su última mirada había sido de reprobación, pero ya no estaba allí.
¡¿Dónde estaba su padre?!
Sintió que perdía pie, que no
había suelo sino vacío y que caía; la invadió el pánico pero no podía gritar, la
cabeza le estallaba; caía y caía…
No llegó al fondo. No despertó.
No consiguieron reanimarla. El
ictus fue fulminante.
2 comentarios:
Breve pero impactante.
Muchas gracias por tu comentario. Y sí, es verdad, es un relato impactante y quizás la brevedad contribuya a aumentar esa sensación.
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