Comienza la cuenta atrás, de nuevo, otra vez. Esperar otra vez veintiún días, sabiendo que no
serán los últimos. Y la mitad de ellos, me los pasaré recuperándome del día de hoy.
Y ahora, llegar a casa, con la sonrisa que ni tengo, ni me apetece tener. Dejar que me mimen,
no teniendo ni fuerzas para decir que me dejen. Y a veces me dejan, pero solo un rato... "prepárame esto...
acuérdate de aquello..." Y no se dan cuenta, o no les interesa darse cuenta, que vengo de que me
pinchen, de que me atraviesen, de que me estudien, de que me martiricen, de que me... me asolen,
me reduzcan.
Pero en casa, solo un rato, reposo... y vuelta a ser la persona sana de siempre, la que esperan,
la que se niegan a reconocer como enferma...¿Les dará más, pensarán realmente en cómo estoy, en
cómo me siento?
Y ya no añoro ni siquiera salud, solo añoro, en días como hoy, tranquilidad, oscuridad, no movimiento,
ni siquiera vibraciones... ¿Nadie lo entiende?
Y mañana, a lo sumo pasado, tener la obligación de levantarme con la vitalidad puesta, para que los
demás no vean que me afecta, y así tengan la conciencia tranquila, porque "hacen lo que tienen que hacer,
ayudan lo que tienen que ayudar, animan lo que tienen que animar". Y me regalan un gorrito, para que todo
sea invisible, para que esto, que se les impone, vaya todavía menos con ellos, como si esperasen que un
día venga del hospital, con el gorro en la mano, y les diga; "hala, ya está, ya pasó todo, ya podéis estar
tranquilos".
¿Quién necesita a alguien como yo al lado? ¿Piensan que no me doy cuenta, que la enfermedad también
consume inteligencia? Sé de lo que hablo, no es la primera vez que paso por esto, ¿cuantas vidas tiene la muerte?
Y los veintiún días siempre en mi cabeza, quinientas cuatro horas, tan cortas como pronunciarlas, perdiendo
muchas de ellas en el propio desfallecimiento, en el propio desánimo, pensando cuando se acerca el día, en que
a lo mejor en este tiempo, hubo algún invento nuevo que facilite las cosas, que evite el sufrimiento, el
desasosiego, la intranquilidad abrumadora por lo que se puede dejar sin hacer, por lo que se puede dejar
sin decir, pensando, pero con dudas, que van a saber, solo con mirarme, todo lo que les quiero dejar dicho.
Que ya estoy cansada, que ya no merece la pena, que ya es tiempo de que la lucha infinita acabe, que no hace
falta que lo consuma todo hasta la mínima expresión. Que puede ganar antes, mientras todo pueda ser
reconocible, para que el recuerdo sea agradable. ¿Para qué el tiempo de la máscara paciente, para qué el
tiempo de las sonrisas con ánimo solamente de durar en las memorias?
Ya estoy en paz, está todo bien así, ya apenas tengo nada que reprochar. Pero tengo lo más importante,
tengo la fuerza y la esperanza. Y teniendo estas sensaciones, todos los que no tienen que hablar por cumplir,
me dan los ánimos suficientes para poder. Que así sea.
5 comentarios:
increiblemente bien expresado, cuanta sensibilidad en este texto tan corto pero que dice tanto.GRACIAS Eduardo una vez mas por tu gran sensibilidad.
Ser escritor es saber transmitir lo que alguien siente como si esa sensaciones fuesen propias, y hacer que el lector sea capaz de sentirlas como la misma intensidad. Siempre lo logras, pero tengo que decir, y sé bien de lo que hablo, que en esta ocasión lo bordas.
Apenas tengo palabras para decir lo que impacta tu clarividencia.
Gracias por escribirlo, es el grito que a veces no oimos. Gracias por tejernos, a quienes escuchamos, con tus palabras.
ER
¿Qué hacer, qué priorizar, cuando el tiempo se acaba?
Edu la verdad has tocado mi corazón con tanto dolor, tu relato es hermoso pero me duele leerlo
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