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No quiero volver a verte - Lucía Pravia

No quiero volver a verte
Lucía Pravia






¡No quiero volver a verte!

Gritó desesperada, con los ojos y los puños cerrados de pura rabia.
¿Me has oído? ¡No quiero saber nada de ti! ¡Nunca más!- Después de que las últimas palabras salieran de su boca casi sin fuerza, en tono de súplica, se apoyó en la esquina de la pared en la que estaba y se dejó caer hasta sentarse. Seguía sin abrir los ojos, pero los puños se abrieron para tapar las lágrimas que empezaban a brotar de toda la rabia, el miedo y la soledad que la invadían.

Permaneció unos momentos allí, repitiendo como un mantra: “déjame en paz”. Hasta que oyó la puerta abrirse, y se encogió cubriéndose la cabeza con los brazos, gritando – ‘No. Por favor no” desesperada. Sintió cómo le cogían del brazo, cómo le pinchaban y cómo algo caliente entraba tras el pinchazo en su brazo. Antes de desmayarse le oyó decir – “Tranquila, todo va a ir bien.”

Sumida en un sueño delirante, varias imágenes inconexas se mezclaban en su mente. Le pareció ver a una enfermera, a su acosador vestido de médico… No estaba en su salón, pero no reconocía dónde estaba. Volvía a estar en su salón, con su tormento, Rubén, en el suelo rodeado de un charco de sangre. Otra vez veía a la enfermera, que le decía algo que ella no era capaz de entender. Su mente regresó a su salón, estaba sola y miraba el cuchillo ensangrentado que tenía en la mano. Pasaba de sentir miedo a sentirse perdida en un país de las maravillas distorsionado. Recordó cuando se conocieron, cuando le vio por primera vez, y no sintió la curiosidad que había sentido entonces, sino que la invadió el pánico. Después vio paso a paso todas las veces que aquel desalmado le había dado problemas. Desde que le mandó el primer ramo de claveles a su casa sin haberle dado su dirección, hasta cuando consiguió que la echaran de su trabajo. Sentía miedo, frustración y rabia cada vez que recordaba una llamada, un encuentro…

Cuando se despertó se vio en la habitación en que había visto a la enfermera y a Rubén disfrazado de médico en sus delirios. Estaba sola y no dudó en levantarse a buscar algo con que defenderse. Al estorbarle el gotero que tenía clavado en el brazo se lo quitó, y comprobó que se encontraba en la habitación o sala de curas de algún hospital. No sabía cómo había llegado allí, pero no se paró a pensarlo, su mente se centraba en encontrar algo que le sirviera para cuando Rubén volviera, y encontró la barra de hierro que servía de llave de la cama. La cogió y pensó que, aunque no era punzante, le serviría para golpearle y repeler su ataque. La enfermera entró en la habitación y la instó a acostarse, y ella obedeció, escondiendo la llave como pudo mientras le rogaba a aquella desconocida que no le permitieran entrar. La enfermera intentó calmarla mientras le volvía a poner el gotero e inyectaba en la solución salina otro calmante. Estuvo a su lado hasta que comprobó que el calmante había hecho efecto, y le quitó con cuidado la llave de la mano. Había sido un error dejarla a la vista, pero no esperaba que se hubiese despertado tan pronto. La escondió dentro de un pequeño armario y lo cerró con llave.

Todas las imágenes se repetían a un ritmo frenético en cuanto quedó a merced de la droga que le habían inyectado. Su miedo aumentaba en cada nueva visión. Esta vez vio a su hermano mayor, que había muerto tres años atrás, dándole un cuchillo de carnicero que reconoció nada más verlo. Y su mente la devolvió a su habitación, cuando había visto ese cuchillo en sus manos, lleno de sangre. Y allí estaba otra vez Rubén, enfrentándose a ella… Recordó todas las veces que la había acosado, pegado, violado…

Oyó su voz desde lejos y entendió que había conseguido disfrazarse de médico y colarse en aquella habitación. Se despertó, comprobó que en su mano tenía el cuchillo que su hermano le había dado y se levantó tambaleándose escondiéndolo en la espalda. Cuando le alcanzó toda la rabia y el miedo salieron a flote y empezó a clavárselo sin control. La enfermera llamó a seguridad mientras veía cómo aquella perturbada cosía a cuchilladas al médico, que había muerto en el segundo ataque al alcanzar la hoja del cuchillo su corazón.

Cuando llegaron dos bedeles y vieron la escena corrieron a reducirla, y ella repetía ¡déjame en paz!. Le quitaron el cuchillo, que nadie entendió de dónde había salido, y se la llevaron a petición de la enfermera.

Se despertó en su salón, Rubén estaba enfrente de ella.

- ¡No! Tu otra vez no. Esto tiene que ser una pesadilla... – dijo, llorando desesperada. Intentó moverse y se dio cuenta de que no podía mover los brazos. Entonces Rubén sonrió.

- ¿Notas la camisa de fuerza? Entonces verás que no estás en tu salón, sino en una habitación acolchada, insonorizada. – Se regocijó al ver la cara de desconcierto de su acosada mientras miraba alrededor - ¿Cuántos inocentes más vas a matar antes de darte cuenta de que ya me has matado y que sólo estoy aquí porque has perdido el juicio? Estoy muerto, igual que tu hermano que sólo quería protegerte.

- Déjame en paz, vete, no quiero verte… Te mataría si pudiera.

- Ya lo has hecho. Varias veces, de hecho. Me mataste y, cuando llegó tu hermano pensaste que era yo y le mataste a él también. Ya habías perdido el juicio, y hasta intentaste acuchillar a la policía cuando llegó

- No es verdad – le interrumpió ella, incrédula – intentas engañarme.

- Mira a tu alrededor. Te confinaron al aislamiento, y acabas de estrenar esa camisa de fuerza que no te deja mover los brazos por matar al médico que te trataba.

- Pero, ¡eras tu!? – su tono ya no sonaba tan seguro, y empezó a negar con la cabeza. – No puede ser verdad… ¡No quiero verte, déjame!

- No depende de mí. Yo estoy muerto. Estoy en tu cabeza porque no aceptas lo que has hecho.

- ¡No quiero volver a verte!




4 comentarios:

Javier García dijo...

Estremecedor relato, en el que al leerlo, uno se sumerge en la tensa atmósfera en la que la protagonista está sumida.

Anónimo dijo...

Angustioso recorrido, nos llevas de la mano por la pesadilla de esta pobre mujer.
Bravo, Lucía!

ER

Unknown dijo...

Muchas gracias Eva

Unknown dijo...

Gracias Javier